sábado, 8 de octubre de 2011

Sobre una peculiar doctora del Hospital del Valle y mi abuela sabia...

Recuerdo la primera y única vez que la ví, con treinta minutos de retraso nos recibió en su consultorio bien adornado, a mi abuela y a mi. Ella, atendiendo siempre al reloj, como si de pronto el tiempo era más importante que la anciana de enfrente, preocupada por esos treinta minutos, no porque nos había hecho esperar sino porque eso significaba atrasar más las citas con sus clientes¹ siguientes según nos explicó, será tal vez ese el detalle por el cual decidió hacer más rápida la entrevista con su nueva "cliente", mi abuela, por mucho le tomamos treinta minutos de su preciado tiempo, eso le habrá costado al bolsillo de mi abuelo unos 1000 lempiras (lo que cuesta la consulta con un geriatra, paradójico a mi parecer porque un anciano ya no trabaja).

Durante el corto tiempo que presencié su entrevista me encontré interesada por algunos detalles, en especial cuando de entrada le dijo a mi abuela; "Dígame usted, ¿qué tiene?", mi abuela me confesó luego que le quiso responder: "Yo que sé, dígame usted, para eso estoy aquí". Debo confesar que no sé porque guardé silencio cuando le habló de forma fuerte a mi abuela, sólo porque no le entendía o no le daba la respuesta que ella deseaba, no sé tampoco porque no le pregunté si su peculiar forma de dar consulta (a metro y medio de la paciente) le daba resultado, no la toco más que para pesarla y tomarle la presión, puede que yo tal vez haya pensado que estaba percibiendo las cosas de forma equivocada o será ese complejo de ver la bata blanca como algo que siempre tiene razón y debe respetarse a todo costo.

El motivo de la consulta era nuestra preocupación por el decaimiento del estado anímico de mi abuela, su falta de apetito y sus largas siestas, también le molestaba un dolor en el costado izquierdo y una "tosecita" que le pegaba casi siempre, las palabras que la doctora le dijo a mi abuela fueron: "Usted no se preocupe por esa tos, ese es su menor problema". Su diagnóstico (sospechado y sugerido por nosotras) fue: depresión.

Hizo algunas preguntas, unas recomendaciones, pidió exámenes de sangre, de heces, de orina para la siguiente cita y nos despachó.

Mi abuela acudió a unas cuantas visitas más con ella, casi obligada, pues no le caía muy bien y buenas razones tenía.

A la peculiar doctora, se le agradece sólo el hecho de haber obligado a mi abuela a beber más agua, porque definitivamente le hacía falta y le empezaba a afectar un poco sus riñones, pero no la gran cosa.



Un par de meses después y tras una serie de eventos desafortunados descubrimos que ella padecía de Cáncer de Pulmón, en una etapa tan avanzada que hasta había metástasis² cerebral, imagino que la "tosecita" y su dolor en el costado izquierdo ahora si importaban.

Mi intención es recordarles que siempre se debe estar atento a cualquier síntoma de un paciente mayor, que en ellos cualquier signo o síntoma sí importa, también animar a denunciar cualquier mediocridad de donde venga por parte de un médico, porque es algo que se debe conocer, la vida de una persona vale mucho como para que sea tomada tan a la ligera, sin consideración. Y este grado de exigencia motive a los y las médicos a ser mejores y a cambiar los aspectos en los que están fallando y que ponen en cuestión la medicina de nuestro país, porque es bien sabido que como humanos que somos podemos equivocarnos, pero no está permitido ser mediocre.



Ahora mi abuela ya está descansando, dejó este mundo y terminó su sufrimiento, dos largos meses sentidos y sufridos en ésta cama.

Elizabeth Villeda se llamaba, esa mujer que me enseñó mucho, me amó mucho y me apoyó siempre. De ella llevo mi mayor inspiración y ejemplo de sensibilidad frente al dolor de los demás, de servicio y de amor incondicional. A ella sus años y sus experiencias la habían hecho sabia, observadora, paciente, considerada y sencilla. Yo no puedo escribir lo que representa, lo que la extraño y lo que la amo, lo que me duele o lo que era, por eso mejor sólo les comparto de sus últimas palabras la que más me llegó:

"Hay que amar"

"Amar con amor, no importa quién sea..."



O sea, amar incondicionalmente.





Notas:

¹ Clientes; las personas que acuden al consultorio de la doctora parecen no merecer el calificativo de pacientes.

² Metástasis; propagación de un foco canceroso a un órgano distinto de aquel en que se inició.



Luz E.

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